Unos cazadores perseguían a una pequeña zorra, que asustada, llegó corriendo hasta una zona del bosque en donde trabajaba un leñador. La zorra, al ver al leñador, le pidió ayuda:
– Por favor, leñador, escóndeme en tu cabaña. Me persiguen unos cazadores. ¿Puedes ayudarme?
-Claro que sí, dijo asombrado el leñador- y abrió la puerta de su cabaña para que la zorra pudiera entrar.
Entonces llegaron los cazadores, y al ver al leñador, le preguntaron:
– Perdone usted, buen hombre… ¿no habrá visto por casualidad un zorro corriendo por aquí?
Y el leñador contestó:
– ¿Un zorro? Pues no, la verdad…
Sin embargo, mientras decía esto, señalaba con la mano a su cabaña,indicando con gestos a los cazadores que se encontraba allí. Pero los cazadores no entendieron muy bien qué quería decir con la mano, así que continuaron su camino y se alejaron, mientras que la zorra, que lo había visto todo a través de una rendija, salió de la cabaña y se puso a andar en la dirección contraria a la que habían tomado los hombres.
– ¡Eh, zorra!- dijo entonces el leñador- ¿No me vas a dar las gracias por haberte ayudado?
La zorra, un tanto apenada, se dio la vuelta y contestó:
– Si tus manos hubieran obedecido a tus palabras, te las daría.
Moraleja: «Cuidado: no siempre los actos acompañan a las palabras«
(‘La zorra y el leñador’ – Esopo)
Hijitos, nuestro amor no debe ser solo de palabras, pues el verdadero amor se demuestra con hechos.
1 Juan 3:18 PDT